viernes, 29 de mayo de 2020

Historia del fútbol argentino - 1934 - Mundial de Italia

Antes de clasificarse campeón, Italia tuvo que superar a España en un partido desempate. El seleccionado nacional fue superado por Suecia en su presentación, pero, paradójicamente, cuatro argentinos compitieron en el país ganador.

El punto de partida estaba dado. En adelante, los propulsores del campeonato mundial no tendrían los inconvenientes que con tanto esfuerzo pudieron ser superados en la edición anterior. El éxito, más económico que deportivo en Montevideo, consolidó la realización del mango trofeo, ya que en 1934 se tuvo una clara comprobación con el aumento de inscriptos, cuyo total alcanzó a 32 países, incluyendo 5 solicitudes que llegaron fuera de término, pese a lo cual el comité organizador las aceptó.
Si bien se trató de una actitud que contrariaba la regla, la decisión pareció atinada, pues se consideró como un gesto amistoso, muy atendible a la época en la que se procuró afianzar el nivel competitivo del certamen. Una de las inscripciones que llegó tarde a la FIFA fue la de Argentina, lo que constituyó una muestra más de la desorganización de nuestros dirigentes. Además, para destacar el hecho negativo de que la Selección compitió con un equipo de tercer orden. Era obligatorio contar para tan importante desafío con un equipo que hiciera honor a los prestigios ganados con la medalla de plata conquistada en Amsterdam 1928 y el subcampeonato de Montevideo en 1930.

Selección Argentina en el Mundial de Italia 1934

Resultó poco ético, y en cierto modo irreverente para los organizadores, la determinación de acudir con un plantel de limitados recursos. Más aún, porque si bien el fútbol argentino no pasó por su mejor época, igualmente contaba con elementos suficientes como para haber formado un conjunto que seguramente hubiera cumplido un desempeño destacado. El improvisado seleccionado argentino tuvo un desempeño mediocre. Un par de errores del arquero Freschi le costaron la derrota en el partido que Suecia se impuso por 3-2.
Ese fue el preludio de un ridículo aislamiento de nuestro fútbol que, por mucho tiempo, le dio la espalda a las competencias mundiales. Los dirigentes subestimaron el máximo certamen y concedieron vital importancia al campeonato de primera división. Y si bien ésta es una atención que debe ser primordial, ya que la categoría futbolística de un país se alcanza a través de su campeonato superior, no pareció aconsejable eludir una confrontación que pudo brindar los éxitos deportivos a los que siempre debería aspirarse.

Al contrario de lo que ocurrió en Montevideo, fue necesario disputar partidos clasificatorios para que intervinieran 16 países. Lo insólito consistió en que también tuvo que jugarlos Italia, país organizador, siendo una grave falla ya que un campeonato mundial no podía disputarse sin el país anfitrión (Aunque el error fue corregido de inmediato).
Fue lamentable la ausencia de los uruguayos, que decidieron no intervenir por una razón de amor propio harto justificada, pues se recordó el boicot que los europeos le hicieron en 1930. Y como uno de los que generó la deserción fue Italia, pareció natural que los uruguayos devolvieran el desaire.

                                                                  Equipo de la Italia campeona de 1934
Las figuras de Italia, y del Mundial. Ángelo Schiavio y Giuseppe Meazza, dos de los delanteros que alzaron la copa

En el campeonato Mundial de 1934 se realizó un cambio importante en la forma de competir. Por medio de un sorteo se dispuso un sistema de eliminación directa de los conjuntos participantes. Y si bien un certamen exige que se acorte su duración, no podía admitirse que una delegación efectuara un viaje tan largo para jugar apenas un encuentro. Pero algunas fallas en el reglamento de la Copa del Mundo fueron eliminándose gradualmente, atribuibles a la inexperiencia propia de una competición que estaba en sus albores.
Sin embargo, es para elogiar el trabajo de los dirigentes brasileños, cuyos equipos estuvieron representados en todos los certámenes, porque dieron un ejemplo de perseverancia y fervor deportivo que más adelante tuvo su recompensa.

Otro de lo datos sobresalientes fue la importancia que Benito Mussolini le concedió al certamen, porque no sólo alentó a los futbolistas, sino que también asistió a todos los partidos que se disputaron.
El líder italiano, también conocido como "El Duce", puso al servicio de la victoria local todo su interés y esfuerzos. Además, intervino personalmente para dotar a los futbolistas de un lugar de concentración apropiado. El saludo fascista de los jugadores campeones y el fervor con que fueron celebrados sus triunfos dejaron el amargo saber de la exacerbación de un falso nacionalismo al servicio de un proyecto totalitario y corporativista.

Meazza convierte el gol de la victoria en el segundo partido contra España. Los visitantes reclamaron una falta contra su arquero
Un cotejo fundamental del campeonato fue el que sostuvieron Italia y España, en el que los locales desarrollaron un juego brusco. Empataron en un gol y ambos conjuntos se enfrentaron nuevamente al día siguiente, ocasión en la que los españoles presentaron un equipo diezmado por la ausencia de varios titulares. En esa oportunidad, los "tanos" ganaron por 1-0.
El conjunto austriaco, considerado el máximo favorito a ganar el título, llegó a la rueda final, aunque cayó en el cotejo por el tercer puesto frente a Alemania por 3-2.
En el encuentro decisivo, Italia superó a Checoslovaquia por 2-1 en lo que fue un partido emotivo. A pesar de que el combinado nacional no estuvo bien representado en ese certamen, 4 futbolistas argentinos integraron el plantel del campeón del mundo. Guaita y Orsi, desequilibrantes en el partido final, y Monti y Demaría, que también formaron parte del conjunto italiano, que apareció predispuesto a conquistar el torneo de cualquiera manera, como terminó haciéndolo.

Foto de Italia campeón. Los jugadores llevan en andas al DT Victorio Pozzo

Atilio García, figura de la época

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