miércoles, 27 de mayo de 2020

Historia del fútbol argentino - 1932 - River, campeón en el desempate

La última fecha estuvo rodeada de una intensa emoción. Independiente recibió a Racing, con la chance de salir campeón de local y contra su clásico rival, y River visitó a San Lorenzo, con la esperanza de ganar y aún seguir con chances de campeonar.
El clásico de Avellaneda comenzó 20 minutos antes que el cotejo que se jugó en Boedo, algo que por aquella época era muy común. Racing se puso rápidamente en ventaja y la noticia llegó a Boedo, donde San Lorenzo también marcó un gol, de modo que al terminar los primeros tiempos ambos aspirantes al título se fueron a los vestuarios derrotados.
Y mientras Independiente no pudo superar a la sólida defensa de Racing, River consiguió empatar faltando pocos minutos para terminar su partido. Con ese punto, logró alcanzar a Independiente en el 1° puesto.

La definición del torneo tuvo polémica, ya que se dispuso jugar el desempate el domingo siguiente. Independiente pidió la postergación del mismo, ya que tenía jugadores en malas condiciones físicas desde aquel famoso partido con Quilmes, pero River no accedió y finalmente el partido se jugó, una semana después, en la cancha de San Lorenzo. Con autoridad River derrotó a Independiente por 3-0 y se coronó por primera vez como campeón profesional del fútbol argentino, en un torneo donde fechas antes, pareció imposible que no tuviese al conjunto de Avellaneda como primero.


Se convirtieron 1.089 goles

La temporada de 1932 marcó de manera elocuente la atracción cada vez mayor del fútbol. El aumento de la capacidad de varios estadios fue una evidencia de popularidad en creciente desarrollo y fue notable la influencia de Bernabé Ferreyra, convertido desde ese entonces y por varias décadas en el jugador más renombrado.
Sin embargo, la organización daba muestras de ser deficiente en muchos casos; el diferente horario del comienzo de los partidos fue uno de los males que tardaría en erradicarse.
La calidad de los equipos participantes no fue excepcional. Si River parecía al principio invencible, ya se vio en qué importante proporción declinó. Independiente tuvo altibajos, aunque su defección en las jornadas finales, cuando pareció el seguro campeón, debe atribuirse a lesiones intencionalmente provocadas a Seoane y a Ravaschino, dos jugadores fundamentales.
Sin duda, 1932 no fue el mejor momento del fútbol argentino, por más que el fervor del público se multiplicara por la aparición de un jugador electrizante.

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