martes, 19 de mayo de 2020

Dos ídolos, dos caminos

Cuantas cosas tienen en común Michael Jordan y Lionel Messi, y en cuantas difieren.
Entre sus contradicciones, uno jugó al básquet y otro juega al fútbol, Jordan debutó en un equipo que fue de cero a cien en pocos años mientras que Messi lo hizo en un club top del mundo, uno es anglosajón y el otro es latino, etc.
Y sus principales similitudes, ambos son referentes del deporte que practican o practicaron, los dos son líderes (a su manera) y capitanes que guiaron a sus equipos hacia la victoria y también sus estantes están llenos de trofeos.

Pero, ¿Por qué Jordan alcanzó la gloria máxima y Lionel Messi no? Antes de que se enojen con esta pregunta, paso a explicarla. Para un jugador de básquet, conseguir un anillo de la NBA es lo máximo. Ni la Selección en un Mundial o en un juego olímpico puede igualar esa magnifica sensación de obtener un título en Estados Unidos. Y para un jugador de fútbol, ganar todo lo Messi ganó, es sin dudas estar en el Olimpo. Pero, ¿Qué es lo que se le ha reclamado año tras a año al argentino? Su imposibilidad de alzar una copa con la celeste y blanca.


El estadounidense logró su pico y comenzó a llenarse los dedos de bijouterie casi a sus treinta años. El argentino, en cambio, años más joven comenzó con la racha negativa en la conquista de la gloria máxima. Primero en Brasil y luego en dos copas América consecutivas. Y años más tarde, ya en su tercer década de vida, lejos estuvo de llevar a Argentina al éxito en Rusia, dejando pasar otra oportunidad.

Pero aquí no se trata de criticar al astro del fútbol, ya que nadie puede ganar solo un Mundial, un torneo, una competición. Se trata de entender porque dos símbolos del deporte, siendo figuras absolutas de sus equipos, tuvieron diferentes caminos. Y la explicación parecería ser bastante lógica.

Michael Jordan estuvo durante mucho tiempo en un nivel extraordinario, y sin embargo no pudo ganar campeonatos, lo que lo desvelaba e inquietaba en su sueño de convertirse en una leyenda. En cambio Lionel Messi, rápidamente comenzó a llenar sus vitrinas con galardones (incluso hoy lo sigue haciendo) y fue creciendo en la consideración de que es el mejor de la historia. El momento del quiebre entre ambos se produce cuando los Chicago Bulls se propusieron terminar con la sequía y armaron un equipo ideal para Jordan. Jugadores que se adaptaran en el juego de la estrella y que encajaran en un sistema perfecto, para hacerlos imbatibles. ¡Y cómo lo lograron! Dos tricampeonatos en la misma década. El Barcelona de Messi también consiguió algo importante al aumentar sus palmares en un poco tiempo, ganando campeonatos y ligas de par en par, pero, ¿Por qué no en la Selección Argentina?


Si pelotas como las de Gonzalo Higuaín, Rodrigo Palacio o la del propio Lionel hubiesen ingresado en la final contra Alemania, quizá la historia sería distinta. Pero Michael también podría haber errado tiros determinantes, como el de Utah Jazz en el sexto juego del '98. La suerte es sin dudas un factor aleatorio pero que determina grandísimas cosas, como estos dos ejemplos. Pero para no desviar el tema, ¿Por qué la Selección Argentina careció durante mucho tiempo con la capacidad de armar un equipo que se adapte a Messi, que juegue como a él le quede cómodo, que se adapte, aprenda y se potencie para ser la mejor Selección de todas? Para esa respuesta voy a dejar libre albedrío.

Lo cierto, es que el fútbol entero siente que se desperdició al "diez" en Argentina, como en cambio si se lo aprovechó muchísimo en el conjunto catalán. ¿Por qué Messi no es el mismo en España que en la Selección? ¿Por qué no puede hacer los mismos goles? ¿Por qué no juega igual? Simplemente porque con el corazón, las ganas y el talento, no alcanza. En el básquet juegan tan solo 5 y al haber menor cantidad de jugadores, es más probable que uno solo se destaque. Pero en el fútbol, en cambio, con más contrincantes y más campo para recorrer, es casi imposible que un solo hombre gane todos los partidos.

La incapacidad Argentina llegó casi hasta el final de la carrera de Messi, donde un joven entrenador, que para muchos está ahí casi de casualidad, entendió lo que varios veíamos hace tiempo. Armar un equipo para que el mejor de todos se sienta cómodo, adaptar un sistema de juego ideal para él y completarlo con los jugadores necesarios en cada puesto. Aquí ya no importa si el que juega es mejor o peor que otro, siempre y cuando cumpla bien la función para la cual está ahí, es suficiente. Potenciar a los compañeros, para que se conviertan en grandes jugadores y den el máximo, elevando así al equipo. De a poco, con tiempo y proceso, eso parecería dar resultados. 

El problema es que este aire nuevo le llega al argentino en una edad donde no hay mucho tiempo para probar. Y más como es el ADN argento, que después de Bianchi y Gallardo, si no se gana rápido, no sirve. Plazos cortos, no hay paciencia, y se exige ser los mejores casi de por casualidad o porque el cosmos se una para unir al mejor equipo justo en ese momento, en ese lugar.


Para finalizar, la diferencia entre el Chicago Bulls de Jordan y la Selección Argentina de Messi, es que (ambos con su estilo) uno pudo entender y encontrar el cómo y el otro lejos de eso estuvo. Incuestionable talento aprovechado y desperdiciado, oportunidades y momentos que no se volverán a repetir y tiempo que no se podrá recuperar. La única esperanza que hoy nos mantiene vivos es que la leyenda del fútbol sigue vigente y eso es una oportunidad más.

Que esta reflexión sirva para futuras generaciones, para futuros equipos y futuros jugadores. Con tiempo y haciendo las cosas bien, los resultados serán grandiosos. Hay muchas muestras de ello y jugadores con un talento inagotable no se ven todos los días. ¡Hay que saber aprovechar los regalos que nos da la vida!

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