martes, 10 de septiembre de 2019

¡Qué placer verte otra vez!


Orgullo. Esa es la primera palabra que se me viene a la mente cuando pienso en esta Selección de básquet. No quise escribir hasta que no terminaran su participación en el torneo (para no ser mufa), pero es que la sangre me hierve y el corazón me late fuerte. ¡Argentina está en semifinales, otra vez!

Descomunal actuación, invicto y con una diferencia de casi 100 puntos respecto a sus partidos jugados, Argentina se metió entre los cuatro mejores del mundo. Además, antes de enfrentar a Serbia, ya estaba clasificado a Tokio 2020 gracias a su gran performance y a la victoria del "Dream Team" frente a Brasil.

Parece ser que los planetas están alineados y que los jugadores están más metidos que nunca, transpirando la camiseta y representando al país como se merece. Quizá estos mismos deberían tomar las riendas de una Argentina descarrillada.

Solo el inoxidable Luis Scola (39) de aquella tan recordada generación dorada y con una nueva camada de pibes que quieren comerse al mundo, Argentina combina defensa y ataque con magia y picardía. Compromiso, pasión, talento, corazón, son todas características que le quedan bien a esta Selección.

¿Hasta dónde puede llegar este equipo? No lo sabremos y no me importa. Solo es tiempo de disfrutar y vivir el espectáculo y amor que nos brindan dentro de una cancha de básquet.

Y por supuesto que habrá quienes digan "no se ganó nada" o "es solo básquet", pero no. No es solo eso. Es mucho más. Cuando uno ve un partido y le genera tantas emociones como a mí ahora, es muchísimo más. Solo para entendidos, el deporte miles de veces nos ha sacado sonrisas de oreja a oreja, y hoy más que nunca, el básquet argentino lo ha hecho de nuevo.

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